Uno, a
veces, se pregunta si los padres tenían la razón cuando vociferaban aquello de
que todo tiempo pasado fue mejor.
Uno, como
amante de la palabra, parece que tiene ante sí un panorama terrible. Un breve
paso por las redes sociales, por la radio, por la programación de las salas de
cine o por los conciertos masivos parecería, a primera vista, devastador. A
casi nadie parece interesarle el cultivo de la palabra, a muy pocos parece
cautivarlos la poesía y a la mayoría de las personas parece moverlos mucho el
ritmo y conmoverlos muy poco el texto.
Sin embargo,
uno abre una convocatoria virtual llamada LA COFRADÍA DE LA PALABRA sin dar otros
detalles diferentes a que se trata de un espacio para conversar sobre el texto
y la palabra, y, de inmediato, decenas de personas se suman entusiastas.
¿Qué es
la vaina? ¿Entonces sí o entonces no?
Desde
siempre, y para hablar solo de la canción, han existido, por ejemplo, canciones
para hacer bailar y canciones para hacer pensar. ¿O es que a quienes andamos
diciendo que la música de los 80 sí era música ya se nos olvidó que nos
sacudíamos al son de Sopa de caracol
y La lambada que no eran, precisamente,
ejemplos de ensayos filosóficos?
Hoy
existe menos espacio en los medios de comunicación masivo para las creaciones
musicales centradas en el texto. Eso es evidente. Pero el problema, entonces,
no radica en el público (¡que ya no
escucha buena música!) ni en los creadores (¡que ya no hacen buena música!) sino en la ausencia de pluralidad
en la oferta de los medios masivos. Por eso mismo, benditos sean una y mil
veces los nuevos medios y las redes sociales.
Uno
piensa que la diversidad debe resguardarse como un tesoro invaluable y que somos
más ricos en tanto más expresiones culturales cultivemos. Uno cree que es importante
el reguetón para que lo baile quien lo desee, como es importante la balada o el
canto lírico o la canción de autor para que lo disfrute quien a bien tenga
cuando le venga en gana.
Por eso,
cuando se abre LA COFRADÍA DE LA PALABRA, se convoca su primera reunión virtual
para conversar sobre el centenario soneto italiano y el Facebook live se llena
de jóvenes interesados en el tema, uno entiende que la palabra no solo sigue
viva, sino que está más viva que nunca. Y uno siente que tiene todo el derecho
a reventarse de optimismo.
***